Sonaron nueve o diez disparos, el corazón helado, la respiración acelerada, la gente corre y alguien grita: ¡lo mataron!
Escondida en un rincón no me atrevo a mirar ni a moverme. Llega la policía. Calmada me incorporo y comienzo a caminar. No supe a quien mataron ni quién lo hizo, menos aún las razones, solo pienso pobre hombre.
Me invade el miedo al saber que estas son las calles de mi querida Caracas por las cuales siempre he transitado y a las que ahora tanto temo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario