Es tan común hablar hoy en día de la violencia que se ha banalizado. No nos sorprendemos, estamos acostumbrados a ella a fuerza de tanto exponernos. En ocasiones la conducta violenta pasa desapercibida para el que la ejerce, es una sutileza.
Se bombardea violencia de todo tipo, como usted lo desee y en casi cualquier lugar. A través de los medios de comunicación social, en la calle, por teléfono, en la red.
La violencia se ejerce de muchas maneras, no sólo se trata de la más evidente, la física, sino de aquéllas formas más tenues, difíciles de percibir, que lamentablemente se emplea con mayor frecuencia sobre las personas más vulnerables biológica y socialmente. Me refiero específicamente a los niños, los ancianos y las mujeres.
Sobre estos grupos particularmente se emplea la violencia psicológica o emocional, porque sus secuelas son menos visibles en lo inmediato. Se trata de un maltrato que socava la confianza, la autoestima, la personalidad.
A pesar que se han dado firmes pasos para que el Estado garantice el derecho de una vida libre de violencia, es necesario concientizar a la sociedad en general para que lo comprenda y acuda, de ser necesario, a los órganos jurisdiccionales correspondientes.
La educación es indispensable en esta materia, conocer nuestros derechos posibilita el goce y disfrute de la vida con mayor calidad. En el caso de las niñas y niños, se trata del futuro. Para las ancianas y los ancianos, del respeto que se han ganado. Y para las mujeres, el significado se resume en la posibilidad de salvar el mundo creando un mundo nuevo.